Educación y cultura preventiva.

La industria y la construcción son los sectores en los que más se focaliza la PRL, sin embargo, este es un asunto que afectan a todas las personas. Si pretendemos conseguir un cambio de percepción, así como una integración de la cultura preventiva en todos los ámbitos de la sociedad, incluido el educativo, resulta fundamental impregnar a toda la sociedad de una cultura de la prevención basada no solo en conocimientos sino también en valores y actitudes. Aquí es fundamental el papel de los Institutos Regionales de Seguridad y Salud para hacer llegar el mensaje de que la prevención “es cosa de todos”.

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La tendencia es concienciar de arriba hacia abajo (aparición de normativa que el empresario asume y el trabajador debe cumplir). No obstante, para generar conciencia social es necesario un proceso inverso, por el cual se crea una conciencia desde la que va creciendo. Debemos tratar la prevención como algo que se asume de manera cotidiana, formando y educando en actitudes y valores para crear y formar hábitos, que permitan interiorizar la seguridad, para ir sentando las bases de futuros comportamientos seguros. Si nuestro objetivo final es promover una cultura preventiva eficaz debemos comenzar por su vivencia real y práctica.

En este sentido, resulta vital que los alumnos adquieran una percepción y actitud real frente al riesgo para tener una visión del mismo que les permita afrontarlo de manera segura y responsable. Esto es, debemos integrar la prevención en su comportamiento diario para promover cambios y comportamientos.

Para dar respuesta a las cuestiones planteadas y antes de diseñar y conceptualizar acciones concretas debemos tener una visión global sobre los contenidos y la forma en la que se imparte la formación en riesgos laborales para detectar necesidades y dificultades asociadas a la impartición de estas materias y proponer soluciones e iniciativas que respondan a las mismas.

A tenor de lo dispuesto en el artículo 5.2 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales “las administraciones públicas promoverán la mejora de la educación en materia preventiva en los diferentes niveles de enseñanza…”, no cabe duda de la relevancia y responsabilidad del sistema educativo como transmisor y garante de una formación eficaz que permita impulsar y promover una cultura preventiva eficaz,

Parece lógico que en estos primeros niveles de enseñanza se deberían trabajar los valores, es decir, formar hábitos y educar en actitudes con el objetivo de sentar las bases que posteriormente permitan profundizar en aspectos concretos. Igualmente, si queremos otorgar mayor transversalidad a la materia deberemos desarrollar acciones prácticas y experienciales que impliquen a los alumnos y permitan modificar su visión de la prevención como algo abstracto y alejado de su propia realidad.

En este sentido, se deberían estimular iniciativas que contribuyan a aumentar su percepción y sensibilización frente al riesgo, es decir, vivenciar y experimentar la prevención de riesgos de forma cotidiana, transmitiendo el mensaje de que los riesgos nos afectan a todos, están presentes en nuestra vida cotidiana y su prevención es socialmente necesaria. Es una cuestión de interés general que no se circunscribe al mundo de la empresa.

  • La prevención debe formar parte de la realidad social de la comunidad educativa y para ello requiere de la implicación, la participación y el compromiso de profesores y alumnos, así como de las familias y de la sociedad, en general.
  •  Las materias en prevención de riesgos laborales resultan excesivamente teóricas y poco atractivas, siendo necesaria una formación práctica, así como un tratamiento transversal de la misma en todos los niveles educativos.
  • Formar en valores y actitudes resulta clave para integrar y asumir la prevención como algo cotidiano.
  • Los recursos y procedimientos utilizados por los docentes: deben fomentar la participación y despertar el interés de los alumnos por los contenidos y actividades relacionadas con la seguridad.
  • En los procesos de aprendizaje, los docentes deben impulsar la prevención fomentando la participación y el debate, y los alumnos deben implicarse con un aprendizaje activo
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