¿Cuál es el papel de las personas que trabajan en una empresa en el cumplimiento de las normas de PRL?
Queremos hacer una reflexión no sin antes enmarcar algunos conceptos claves:
- El término trabajador se encuadra en su sentido más amplio incluyendo, tanto a los técnicos como a los propios empresarios que en ocasiones desarrollan actividades en los centros de trabajo.
- La prevención de riesgos laborales es un aspecto más del ámbito de trabajo que, sin embargo, no está plenamente desarrollado.
- Actitud es la predisposición de los individuos para valorar algún símbolo, objeto o aspecto de la realidad. No es sólo una opinión, sino algo que forma parte del comportamiento.
- Comportamiento es el conjunto de reacciones de las personas ante una situación determinada, y desde un punto de vista global, frente a todas las circunstancias de la vida.
La pregunta que nos hacemos de partida es ¿por qué si se conocen los aspectos técnicos, las prácticas seguras, la normativa que regula la seguridad y salud es suficiente, etc…, se siguen produciendo accidentes?
Lógicamente, los comportamientos están condicionados por las actitudes y también por la formación y los conocimientos que se dispongan sobre una determinada materia: en nuestro caso, la prevención de riesgos laborales.
En este contexto, entiendo que la referida prevención no se va a implantar de una forma efectiva hasta que no se orienten las actitudes y, por consiguiente, los comportamientos frente a esta materia.
Resulta ya manido afirmar que las empresas no cumplen con la normativa vigente y que los trabajadores no aplican ni usan las medidas preventivas y de protección que se les proporcionan; y lo que es aún más sorprendente, aunque de ello dependa su propia vida. Tal situación sólo puede explicarse cuando el medio en el que estas medidas deben hacerse efectivas está conformado por personas, con lo que ello implica.
En definitiva, hay que abordar un cambio de actitudes para acomodar los comportamientos. Tenemos que adquirir actitudes positivas hacia la seguridad y salud que sean estables y, por lo tanto, duraderas. Para ello debemos estar convencidos de lo que hacemos, dado que es la única manera de ser efectivos en el establecimiento de la prevención.
Así, se trata de reconsiderar el papel que ocupa el trabajador en el campo de la prevención de riesgos laborales y que de alguna forma nos cuestionemos: las actitudes y los comportamientos que tomamos ante esta materia; a quién beneficia en mayor medida dicha prevención; y qué podemos hacer al respecto a título individual y como empresa para mejorar la situación.
Las actitudes y los comportamientos de cualquier persona no pueden analizarse únicamente desde una perspectiva particular, ya que no dependen sólo de uno mismo. La persona es un ser social que a su vez esta integrado en otros grupos de personas. Por ello, nuestras actitudes y comportamientos están supeditados, tanto por la sociedad en la que vivimos y sus normas culturales (existen muchos ejemplos -la poligamia, el consumo de carne de cerdo, etc.- que permiten afirmar que aquello que en una civilización se puede catalogar como correcto, en otra puede ser ilegal), como por el grupo de personas (amigos, compañeros, etc.) que nos rodean.
Algo similar ocurre con la prevención de riesgos laborales. En la medida que la cultura, los poderes públicos, las asociaciones empresariales, las organizaciones sindicales, etc. trasmitan una actitud positiva hacia la prevención, ello influirá en nuestra propia actitud. También es notable la incidencia del grupo que nos rodea que, aunque carezca de normas explícitas todo el mundo las da por hechas, y en el caso de que alguien no las cumpla es rechazada por ese grupo.
Pero no sólo los aspectos culturales y grupales afectan a las actitudes y los comportamientos, dado que las personas -por si mismas- practican sus propias conductas en función de su formación y sus conocimientos. Ello explica cómo ante una misma situación dos individuos operan de forma distinta.
Queda así claro que la sociedad y el grupo conciernen a las actitudes y los comportamientos de los trabajadores. Pero además, y al tratarse de la prevención de los riesgos en el trabajo, el propio entorno en el que se ejecuta éste, es decir la empresa, ejerce también una gran influencia sobre la materia que estamos abordando.
En resumen, nos encontramos con tres espacios que definen el espacio en el que se desarrolla la prevención de riesgos laborales: la sociedad; la empresa en la que se desempeñan las tareas; y los trabajadores que forman parte de la plantilla de la misma junto con su grupo de personas. Es lo que podría asemejarse a una escalera con tres peldaños en la que la comunicación en ambos sentidos es permanente, o a un río en el que el agua está permanentemente en contacto.
Se demanda desde distintos ámbitos que los trabajadores adopten una aptitud favorable hacia la seguridad y salud. A tal fin, es un requisito previo que, tanto la sociedad como la empresa en la que se integren dichos trabajadores, conformen un terreno adecuado en el que crezca aquello que deseamos, es decir, la prevención laboral. Pongámonos a ello porque, en caso contrario, puede ocurrir que ese río al que antes me refería confluya en un proceloso mar de incertidumbre.
Luis Rosel. Asesor de dirección de G.a- Consultores