Alcanzar la Prevención, un objetivo anhelado

Las medidas preventivas no parecen suficientes para alcanzar la prevención en los entornos laborales.

A quienes desempeñamos actividades en el campo de la seguridad y salud laboral nos sorprende y disgusta -con cierta razón- que la mejora de las condiciones de trabajo no avance con la suficiente y deseada intensidad sobre la base de la multitud de recursos, tanto humanos como materiales, que, desde la publicación en 1995 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, se han destinado a tal menester.

Como todos sabemos, la raíz de este hecho se encuentra más allá del mundo laboral. La prevención es una “forma de vida” que tiene un carácter global y, por consiguiente, abarca los órdenes de las actuaciones de la sociedad, en general, y de los individuos que formamos parte de ella, en particular.

No es posible -ni lógico- disociar la prevención en el ámbito laboral de la que se corresponde con la de la sociedad en la que estamos inmersos (protección del medio ambiente, preservación de la naturaleza…) y la de nuestra vida cotidiana (hogar, proceder como conductores y peatones…).

Son demasiados y demasiado recientes los sucesos de toda índole que, motivados por la falta de previsión y por los “actos inseguros” de las personas -cabe recordar aquí que todo accidente tiene su origen en múltiples causas asociadas-, han acarreado pérdidas irreparables, incluida la propia vida de las personas.

Es cierto que en el contexto laboral la prevención es una obligación ineludible y un derecho irrenunciable para empresarios y trabajadores, respectivamente. Pero también es cierto que nuestra mente no puede discriminar fácilmente esta obligación y este derecho en función de si  te encuentras en ese entorno o en otro. Para “actuar preventivamente”, con independencia de las repetidas obligaciones y derechos, es necesario que nos hayan educado para ello. ¡Y ahí está la clave!

En este sentido, resulta muy significativo el sentir de la antes mencionada Ley de Prevención de Riesgos Laborales cuando en su “Exposición de motivos” dice: Pero tratándose de una Ley que persigue ante todo la prevención, su articulación no puede descansar exclusivamente en la ordenación de las obligaciones y responsabilidades de los actores directamente relacionados con el hecho laboral. El propósito de fomentar una auténtica cultura preventiva, mediante la promoción de la mejora de la educación en dicha materia en todos los niveles educativos, involucra a la sociedad en su conjunto y constituye uno de los objetivos básicos y de efectos quizás más transcendentes para el futuro de los perseguidos por la presente Ley.

¿Qué se ha hecho hasta ahora para dirigirnos hacia ese propósito? Yo diría que poco y de forma desordenada. No obstante, seamos optimistas. Como dijo el dramaturgo y ensayista belga Maurice Maeterlinck: Cada vez que perdemos el ánimo, perdemos muchos días de nuestra vida.

Hace unos días tuve conocimiento, a través de los medios de comunicación, que nuestro Congreso de los Diputados había acordado, por unanimidad, instar al Gobierno a instaurar de forma obligatoria en las escuelas –ya lo es en algunas comunidades autónomas- la enseñanza del juego del ajedrez,  por los indudables beneficios para el aprendizaje que ello supone. No lo dudo por que, entre otras cosas, soy un desconocedor de la materia.

En cambio, sí considero y me siento capacitado para afirmar que sería muy oportuno hacer lo propio con la prevención, porque las ventajas de tal decisión están a la vista y, por desgracia, demasiado contrastadas. Así que, señorías. ¡Ánimo, mucho ánimo!

Luis Rosel.  Consultor Senior de G.a. Consultores

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